Texto: Eretuza Gurgel
gurgeleretuza@gmail.com
Revisión textual: Luca Bazzi
www.lucabazziotero.com

Hablar de amor no es fácil porque hay muchos planteamientos sobre este tema. Quizás ya nos hayamos preguntado qué es el amor, pero normalmente asociamos este sentimiento al amor romántico y al sexo. Sin embargo, “el amor no es el resultado de la satisfacción sexual adecuada” (FROMM, 2019, p. 120), sino todo lo contrario.

De acuerdo con la ley de la oferta y la demanda, el enamoramiento surge, frecuentemente, cuando dos individuos encuentran el mejor objeto disponible en el mercado. A partir de este encuentro, crean una excitante unión, pero el amor pasional tiende a ser poco duradero.

Pese a eso, la verdad es que todos deseamos conseguir el éxito en el campo afectivo. Lo queremos todo de forma automática y fácil, porque estamos acostumbrados a la felicidad de escaparate, embotellada y consumida como un producto o servicio instantáneo.

Sin embargo, construir el amor de forma sana no es tan simple porque requiere la comprensión de por lo menos cinco formas de amar, cada una con sus peculiaridades y características: el amor propio, el amor divino, el amor fraternal, el amor materno y el amor romántico.

En este contexto, es importante comprender que, bajo la concepción de la teoría del amor, el hombre como animal trae el afecto en su sistema instintivo. Los humanos, además, somos seres sociales, de ahí que la existencia aislada se configura como una prisión insoportable. Es por eso que la soledad es vivida como una fuente de angustia y sufrimiento.

El gran problema de la superación del aislamiento individual está en intentar vencerlo mediante el amor romántico, la pertenencia a un rebaño social, el sexo, el alcohol u otras drogas, porque nada de eso puede solucionar la soledad y separación experimentadas por el hombre. Es más, solamente el desarrollo equilibrado de nuestra propia individualidad puede ayudarnos a superar ese aislamiento, puesto que vencer el instinto humano de sentirnos unidos a nuestra madre y los demás es sano y auxilia en el desarrollo de la estabilidad afectiva.

Así, el desarrollo de la individualidad y la identidad nos brinda la sanación para el problema del aislamiento, lo cual nos ayuda a crear la necesidad de distinguirnos de los demás porque somos únicos e irrepetibles. Entonces, solo cuando sepamos desde nuestra esencia que somos seres completos, podremos conectarnos con los demás desde el amor y no la dependencia afectiva o el apego.

En definitiva, vencer la soledad y el egoísmo de forma sana es el primer paso en la construcción del arte de amar. Además, una de las condiciones fundamentales para cultivar el amor es la superación del propio narcisismo, que nos impide ver con objetividad el mundo externo y deforma la realidad objetiva.

La verdad es que el amor, visto como un arte, requiere mucha humildad, dedicación y esfuerzo. De manera resumida, el dominio del arte de amar, como el de cualquier arte, implica su conocimiento teórico y práctico, más la sensibilidad intuitiva del artista y su desarrollo.

El amor es una actitud y para su perfeccionamiento hace falta práctica, que depende de objetividad, razonamiento, disciplina, concentración, paciencia y preocupación. Es un acto de aceptación, respeto y cuidado por todo lo que está vivo en mí mismo y en los demás. En pocas palabras, es una actitud de abundancia porque “el amor es un poder que produce amor” (FROMM, 2019, p. 42).

Por lo tanto, “si una persona ama solo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egoísmo ampliado” (FROMM, 2019, p. 67). Eso refuerza la idea de que el amor es más que una relación, pues se configura como una actitud hacia el mundo y hacia los demás.

En este sentido, no podemos lograr éxito en el amor sin querernos a nosotros mismos, sin amar al prójimo, sin tener humildad, coraje, fe, disciplina, además de disposición para adquirir conocimiento y comprensión. El amor exige también igualdad, por eso cuando no hay una reciprocidad de sentimiento, tampoco hay amor.

Los elementos básicos en los más distintos tipos de amor son el respeto, la aceptación, el conocimiento, el cuidado, la responsabilidad y el desarrollo. En fin, “el amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos” (FROMM, 2019, p. 44). Por lo tanto, cuando no hay esta preocupación activa, no existe amor.

Bajo el paradigma del amor materno (incondicional), paterno (exigente) y el amor divino (infantilizado), es importante destacar que el amor maduro exige la superación de estas etapas primarias de amor, además de la superación de las formas de amor negativas, ansiosas, egoístas, absorbentes, posesivas, dependientes y despreciativas.

Entonces, puede que el amor maduro se nos presente solamente durante nuestra etapa de plena madurez, porque es justo en este momento que solemos liberarnos de la búsqueda inconsciente del eco del amor paterno y materno en nuestra pareja. Así pues, en la madurez tenemos capacidad de ser responsables por nosotros mismos y por eso podemos tener relaciones basadas en el amor, no en el apego o el miedo.

Se confunde a menudo la fusión interpersonal con el amor inmaduro o unión simbiótica – la formación de un equipo que confunde una relación simbiótica de “egoísmo à deux con amor e intimidad” (FROMM, 2019, p. 119). Sin embargo, el amor maduro contrasta con esta unión simbiótica porque preserva la libertad y la independencia.
Pese a todo eso, es crucial destacar que la estructura de la sociedad en la que vivimos determina nuestra forma de amar y nuestras relaciones. Eso está comprobado por el hecho de que, en una sociedad capitalista, comúnmente, las relaciones de afectos son tratadas como productos intercambiables, entonces, amar independientemente a los estigmas familiares y sociales es una actitud de autonomía afectiva.

Un amor sano implica la ausencia de fallos como los siguientes: 1- no superar la etapa del amor infantil; 2- confundir maltrato con amor; 3- cultivar un amor idolátrico; 4- vivir el amor como una fantasía ajena a la realidad; 5- vivir un amor proyectivo con el que se evade de los problemas propios. En fin, necesitamos estar atentos para no caer en este torbellino de fallos.

Quizás esos errores ocurran porque el amor está directamente relacionado con el desarrollo humano, la capacidad de autorresponsabilidad y resolución de nuestros propios problemas, lo que muestra la importancia de la madurez como prerrogativa para el amor.

Amar no significa vivir en absoluta paz y en la ausencia de conflictos, sino experimentar un nivel de comunicación abierta, profunda y sana, ya que “el amor es un desafío constante; no un lugar de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos” (FROMM, 2019, p. 137).

Con nuestras acciones transmitimos el amor más que con mil palabras, una vez que amar transciende a los pensamientos y palabras. Dicho de otro modo, el amor es una actitud que se revela a través del cuidado, conocimiento, respeto y responsabilidad por uno mismo y por el otro.

Por último, el amor es una necesidad básica de la naturaleza humana porque nos hace falta el reconocimiento, comprensión y amor. Eso es lo que nos muestra Erich Fromm, de forma simple, accesible y con profundidad, en su libro El Arte de Amar (2019), de la editora Paidós. Una obra llena de sabiduría y encanto, lo que la hace imprescindible para quienes desean vivir el amor verdadero, sano y feliz.